Inconmovibles en la Esperanza
(Col.1:23)
Por Pablo Melton
Introducción:
La esperanza de la que habla en Colosenses 1:23 es una posesión exclusiva del cristiano. Satanás utiliza un gran poder para mantener a la persona lejos de la esperanza, y al que la halla, Satanás usa toda su astucia y fuerza para intentar alejarlo de ella.
Por lo tanto, el que quiera ganar el cielo debe luchar por él. El que quiera tomar la nueva Jerusalén debe escalarla. Dado que “el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan” (Mateo 11:12), es más importante que nunca permanecernos “fundados y firmes en la fe y sin moveros de la esperanza del evangelio” (Col.1:23).
I. ¿CUÁL ES LA ESPERANZA DEL EVANGELIO?
(1) Nuestra esperanza es experirmentar una resurrección corporal, en la que recibiremos un cuerpo nuevo y glorificado como edificio eterno del alma (Hechos 23:6; 24:15).
La tumba será una vasija de refinación de la cual saldrá el metal puro de nuestro cuerpo purificado. De la putrefacción de nuestros cuerpos de nuestros cuerpos putrefactos, emergerá un cuerpo nuevo con unaa gloria que todavía no podemos comprender. Lo mortal será inmortal y la corrupción dará lugar a la incorrupción. Es por uso que podemos acercarnos al sepulcro de un santo amado, y regocijarnos en la esperanza de reencontrarnos con él algún día.
Nunca renuncien a esa esperanza. Que nada sacuda la confianza de ustedes en la resurrección. Ningún otro hecho histórico está tan bien autenticado como la resurrección de Cristo, y esa es la piedra angular de nuestra confianza (1 Co.15:16-20).
No flotaremos al cielo como un espíritu fantasmal. ¡No! Entraremos al cielo con cuerpos, cuerpos celestiales, incorruptibles y gloriosos (2 Cor.5:1-4; 1 John 3:2,3).
¡Oh, ésta es una bendita esperanza, la de tener un cuerpo semejante a la de Cristo! Esto debe motivarlos a mantener nuestra pureza.
(2) La esperanza del evangelio también nos asegura que después de nuestra resurrección, habrá una gozosa reunion con Jesucristo en la nubes, y nos dará una bienvenida eterna (1 Ts.4:17). Verámos a nuestro Redentor cuando Él venga en el último día. Como dijo Job, “En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro” (Job 19:25-27).
Alegrémonos, entonces, en el pensamiento relativo a la llegada de nuestro Señor cuando llevará a Su pueblo a su hogar eterno, “Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Ts.4:18) y no se alejen de esa esperanza del Evangelio.
Despues del día de la resurrección, estaremos “por siempre con el Señor” (1 Ts.4:17; Mt.25:46; 1 P.1: 3,4; Ap.3:12; 7:16,17). “Sin moveros de la esperanza del evangelio,” ni de los objetos de esa esperanza.
II. EN SEGUNDO LUGAR, ¿CUÁL ES LA BASE DE NUESTRA ESPERANZA?
Como dice nuestro texto inicial, la base de nuestra esperanza es el “evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro” (Col.1:23). Es el evangelio de la salvación, la palabra de verdad (Ef.1:13).
Es el evangelio de la gran comisión en Marcos 16:15,16 “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
Como dice 1 Corintios 15:1-3, el centro del evangelio consiste en la muerte de Cristo por nuestros pecados, su sepulture y resurrección. Es necesario creer eso, pero luego hay que obedecerlo también. Pablo predica que el evangelio tiene que ser OBEDECIDO (Romanos 10:15,16). ¿Cómo se obedece el evangelio? Por medio del bautismo (Col.2:11,12).
III. Ahora consideremos ¿CÓMO PODEMOS SER MOVIDOS LEJOS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO?
(1) Podemos perder la esperanza del Evangelio teniendo una orgullosa opinión de nosotros. (Col.2:18; Pr.16:18).Lo he visto suceder. Los hombres obtienen cierta educación secular, leen algunos libros y, de repente, la sencillez de la verdad que ha sido revelada en la página sagrada no es tan clara. Esto sucedió hace muchos años con el descubrimiento del germen a principios del siglo XX. De repente, para muchos cristianos, el mandato de Cristo de que todos bebamos de la misma copa era asqueroso y temeroso (Mateo 26:27). Muchos se creían mucho más sabios que Dios, y así, por primera vez, un predicador llamado G.C. Brewer en 1914 incorporó varias copitas en la participación de la Cena del Señor.
Otros hermanos también se llenan de orgullo cuando leen Tito 1: 5. De repente, “tener hijos creyentes” no significa lo que dice. Por lo tanto, anularon la palabra de Dios, exaltando su propia sabiduría, empezaron a nombrar ancianos que tenían hijos incrédulos.
(2) Por otro lado, no se dejen llevar por el desaliento. Satanás quiere alejarte de la Roca de tu salvación (Deut.32:15). Hay muchos que se elevan en un globo de orgullo, mientras que hay otros que están listos para despeñarse en los acantilados del desaliento y la desesperanza (Números 21:4).
Pero no se dejen mover de la esperanza del Evangelio, ni hacia un lado ni hacia el otro (Heb.10:23). Comienza con faltar al culto de entre semana y se convierte en cristiano puramente dominical. Algunos que antes caminaban con nosotros, asistiendo los cultos de adoración, ahora han perdido su esperanza, desanimándose ante el poder de la tentación, ante las pruebas, o ante la hipocresía o palabra ofensiva de algún hermano.
(3) También pueden ser alejados de la esperanza del Evangelio, por falsas enseñanzas (2 Ti.2:18). Algunos empezaron a dudar de la divinidad de Cristo. Otros comenaron a confiar en un sacerdote humano o pastor y de esta forma son apartados del único Sacerdote y Pastor superior a todos los demás. Sólo Jesucristo a través de las Sagradas Escrituras puede salvarlos. Si escuchan cualquier enseñanza que ofrece salvación por una fe muerta sin obediencia, están bebiendo del error y serán removidos de la esperanza de su llamamiento, que es la gracia inmerecida, recibida por la fe que es en Cristo Jesús nuestro Señor.
(4) Muchos son alejados de la esperanza de su llamamiento por un deslumbramiento del intelecto. Están contentos en creer simplemente en Jesús hasta que encuentran a un hombre excelente, un pensador con amplia frente y un gran cráneo que debería estar lleno de sesos. El nos dice que somos necios por creer en Jesús y ser miembros de la iglesia de Cristo. Nos dice que nuestra forma de pensar es demasiado estrecha, que somos intolerantes por andar en al camino estrecho y angosto, y que en realidad se puede salvar estando en diversas denominaciones.
Dicen que somos “atrasados”, pero poco saben que poseemos la “sabiduría de Dios, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (1 Co. 2:7). La revelación divina que tenemos en forma escrita contiene la mente de Dios, “cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Co.2:9). La sabiduría de este mundo, todo ese conocimiento universitario es inferior al de Dios. “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Co. 1:25). Por lo tanto, no nos avergonzamos de la fe (1 Corintios 1:18-21). Un día, la sabiduría y el poder divinos pondrán fin a toda la necedad filosófica erudita.
(5) Por último, no se dejen mover por la persecución, ni por los escarnios, ni por el ridículo. La persecución del tiempo presente es una cosa pequeña comparada con la que sufrieron nuestros antepasados.
Solamente manténganse firmes allí donde los santos se mantuvieron firmes al principio, “en nada intimidados por los que se oponen” (Filipenses 1:28).
“No desechéis vuestra confianza, la cual tiene gran recompensa” (Hebreos 10:35). Seamos como el joven griego que llevaba su escudo a la batalla como su gloria y su defensa. Su madre espartana le decía a su hijo: “Regresa con tu escudo, o sobre él.”
Después de la batalla, regresemos con el Evangelio bien atado a nuestros brazos como un escudo de oro, o, si morimos, que se convierta en nuestro féretro (ataud), y que seamos llevados a nuestros hogares sobre él como firmes creyentes en Cristo; pero nunca nos apartemos de la esperanza de nuestro llamamiento, pues entonces nuestro escudo sería vilmente abandonado.
IV. Por último, ¿POR QUÉ ES QUE NO QUEREMOS APARTARNOS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO? ¿Qué sucedería si nos apartáramos de él?
(1) Bien, primero, no nos apartemos de la esperanza de nuestro llamamiento, porque no hay nada mejor que ocupe su lugar. Un hombre no pensaría en irse a Australia si oye que los salarios son menores que en Latinoamérica, y que el costo de vida es mayor, y que la gente es más pobre. “No,” diría, “no voy a saltar de la cacerola al fuego. Mejor me quedo donde estoy en vez de irme lejos para que me vaya peor.”
Bien, así pensamos también nosotros. ¿cómo podríamos encontrar algo mejor que el evangelio?
La gloriosa esperanza que tenemos en Cristo es tal bendición y tal gozo que nada se puede comparar con eso. Hace brillar nuestros ojos y nos llena de gozo. ¿Habrá mejores tesoros de conocimiento en algún otro? No, en Cristo “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col.2:3).
(2) Además, si nos movemos de la esperanza de nuestro llamamiento, qué bajos, qué miserables e infelices seríamos, pues habríamos desertado de nuestro Salvador.
¿Dónde está el pastor que puede rivalizar con Jesucristo? ¿Dónde está la luz que es más brillante que este sol eterno? ¿Qué tienen ustedes que puedan ofrecer de esperanza, de consuelo, de gozo que sean iguales a los que poseemos?
En una ocasión Cristo predicó su sermón sobre ser del Pan de Vida y les dijo que tenían que comerlo para obtener vida eternal. Muchos de sus discípulos se ofendieron y volvieron atrás y ya no anduvieron con Él. Cristo les preguntó a los doce: “¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:62- 64).
Como dice un canto, “Cristo es mi vida, mi gozo, mi cuidado. ¿Apartarme de Él? Es muerte, es más, ¡Es ruina sin fin, profunda desesperanza!” Separación de Dios y Cristo es miseria incomparable (Salmo 73:25).
(3) Por último, si nos apartamos de la esperanza de nuestro llamamiento, nos estamos enredándonos otra vez en las contaminaciones del mundo (2 Pedro 2:20-21)
La palabra “contaminaciones” se usaba en la antigüedad para referirse a las secreciones o descargas nocivas, desagradables, olorosas que proceden de los orificios de personas infectadas con enfermedades contagiosas y peligrosas. También fue la contaminación por tocar las secreciones de un cadáver muerto y corrupto o beber agua estancada o pútrida. La contaminación destruye lo que es sano y saludable.
El mundo entero se describe como un gran pantano pútrido, o un cadáver infectado, emitiendo un hedor asqueroso por toda dirección. El pecador se revuelca en la inmundicia del pecado y está lleno de vómito pútrido. Pero afortunadamente, algunos de nosotros hemos escapado de esta contaminación por el poder del Médico Todopoderoso que vino del cielo. Es por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo que escapamos a la influencia destructiva de estos contaminantes contagiosos. Estamos limpios de toda inmundicia por la sangre del Cordero. Como un leproso en descomposición, éramos como hombres muertos caminando, pero que ahora de repente estamos vivos por curación divina.
Pero si, después de haber sido sanados y haber escapado de la muerte a la que estábamos expuestos, nos volvemos a enredar de nuevo en ellos, nuestra recompensa es peor que nuestra contaminación original. El cristiano que vuelve al mundo se adentra más en el pecado, se vuelve más atrincherado, más insensible y su castigo eterno será aún más severo, ya que ahora se enreda teniendo conocimiento del enorme poder de Jesucristo. Está pecando contra el “santo mandamiento” sobre el cual está contenida toda la religión de Cristo: ” Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc.10:27).
Es un hecho triste que los perros coman su propio vómito y que los cerdos, no importa cuán cuidadosamente lavados, se vuelvan a revolcar en el lodo (2 Pedro 2:22). Esto es lo que le sucede a un hombre cuyos pecados han sido lavados y perdonados por Dios en el bautismo y se convierte en miembro de la iglesia. Al hacerse cristiano, vomita su pecado, purga esa suciedad de su cuerpo. Se lava y limpia. Pero luego lo retoma, se contamina de nuevo y se revolca en él.
Conclusión:
Somos como el conejito del que habla Agur (Pr.30:26) que se escondió entre las rocas. Cuando llega algún cazador y dice, “¿Por qué no sales, conejito? Ven y déjame ser tu amigo”, el conejito, aunque es débil, es sabio y se esconde más profundamente en la roca, pues un extraño es el que lo invita a salir. Debemos hacer lo mismo cuando Satanás exclame, “sal de la iglesia y sé libre. Sé un hombre. No estés confiando siempre en la Escritura.” “No,” dices, “me quedaré donde estoy.”
Seamos “fundados y firmes en la fe y sin moveros de la esperanza del evangelio” (Col.1:23).
(Algunas secciones de este sermon fueron adaptadas de un sermón de Charles Spurgeon).